Partiendo de una dramaturgia de fragmentación y construida por medio de sencillas convenciones escénicas, Breve silbido desde el exilio, es una obra donde el espectador es siempre un interlocutor presente; y donde tanto él como los actores y el músico, son testigos de las realidades de los personajes y sus pensamientos verbalizados; desdoblamientos de lo no dicho, para ser escuchado al menos una vez, en el Teatro.

Se desarrolla en varios planos de realidad:


El del actor que ha perdido a Marco, su pareja y viene hoy al Teatro a relatárnoslo.
El del personaje de la novela  que lee Marco para acompañarse hacia la muerte.
Y el que compartimos espectadores y actores.


Por lo tanto existen también tres planos de relación con el espectador:

Narración: Que invita al espectador y lo guía a lo largo de la obra además de procurar una relación de comunicación directa y presente con él.
Ficción: Compuesta sólo de instantes, reconstruidos mediante la teatralidad y que invita al espectador a asistir como un testigo.
Introyección: Donde los personajes dicen lo que piensan, rescatando así del silencio, los breves instantes que de otro modo quedarían arrasados para la memoria.

En el escenario sólo hay un sillón, una pequeña camilla, un banquito y los artefactos de Ulises, el músico. Y nada más. El resto, a partir del primer acorde de Ulises, es una concatenación de fragmentos de estas realidades, guiadas en una especie de viaje emotivo. El recorrido de quienes se acercan hoy a la muerte.